¿Quién no ha sentido alguna vez cómo un escalofrío le recorría la espalda cuando ha sabido que tenía que dar una charla?
Yo desde el colegio… cuando mis profesores me llamaban a la pizarra y sentía cómo un escalofrío recorría mi espina dorsal… Y es que la glosofobia (el miedo a hablar en público) está en el top ten de miedos globales. Ahora ya sabéis que no estáis solos…
El 16 de octubre di una charla en el evento Innova Bilbao con el título de este post. Os quiero resumir los diez puntos de los que hablé, así que allá voy.
1º Hablar de tu libro.
No vas a hablar de tu libro. Vas a compartir tu conocimiento sobre un tema, pero siempre siempre siempre pensando en quién os va a escuchar.
Si tu audiencia percibe que les estás tratando de vender la moto o un producto o un servicio o algo similar, te odiará.
Piensa en la cantidad de veces que te ha pasado antes. Alguien que había venido a hablar de su libro, y en la cantidad de bostezos que provoca con su yoyoísmo. Sé generoso con tu audiencia, dales un regalo, algo que se puedan llevar de tu charla.
2º La falta de preparación.
Que sí, que preparar una charla no es (solo) hacer un Powerpoint… preparar una charla exige planificación.
De hecho, Nancy Duarte, que es una de las mayores expertas en presentaciones y charlas del mundo dice que para preparar una charla de 1 hora y 30 diapositivas el tiempo estimado de preparación oscila entre 36-90 horas… Como lo oyes.
De 6 a 20h para investigar, de 20 a 60 horas para elegir las fotografías y diseñar la presentación… y el resto del tiempo para hacer un mapa de necesidades de tu audiencia, elegir las ideas clave, estructurar… y ¡¡ENSAYAR!!
3º La falta de estructura.
Porque tú tienes muy claro en tu mente lo que quieres decir, pero de la misma forma se lo tienes que trasladar a los demás.
Nuestras mentes necesitan estructuras para comprender los mensajes. El propio lenguaje tiene estructuras: sujeto, verbo y predicado: quién hace la acción, la acción y los complementos de la acción, que añaden información para que sea más fácil comprender lo que queremos decir.
Una historia necesita una introducción, un desarrollo y una conclusión y si queremos que la gente nos entienda, debemos asegurarnos que los elementos están en su lugar.
El problema está cuando nosotros sabemos qué queremos decir pero no damos suficientes datos a quien no tiene la misma información de partida que nosotros y, claro, una vez que no entendemos, todo está perdido y nuestra audiencia desconecta.
4º La maldición del conocimiento
Este horror enlaza con el anterior. Siempre siempre siempre tienes que asegurarte de que tu charla está en un idioma que tu audiencia entienda y no me refiero al castellano o al euskera o al inglés. Me refiero a la jerga que todos usamos en nuestras profesiones…
Mi amiga Ana siempre habla de tallas para divulgar. Compara el tipo de vocabulario y expresiones que podemos utilizar con tallas de ropa: S para niños, M para adolescentes, L para gente con estudios superiores, XL para gente que haya estudiado TU carrera… y XXL para gente de tu especialidad.
5º El tiempo de que disponemos
Porque no es lo mismo 5 minutos que media hora o que hora y media. Y tenemos que adaptarnos a lo que tengamos, así que no podemos llevar una presentación con cien diapositivas para dar una charla de media hora, a no ser que las pasemos a la velocidad de las balas.
A la hora de preparar, 120-150 palabras escritas equivale a 1 minuto hablado. Respeta escrupulosamente el tiempo de que dispones.
6º Cuidado con el efecto karaoke
Es lo que yo llamo a leer las diapositivas, a llenarlas de texto para asegurarnos de que no vamos a olvidar lo que tenemos que decir… y claro, al final lo olvidamos y terminamos leyendo punto por punto lo que pone el PowerPoint, infravalorando a nuestra audiencia, que, por supuesto, lee más rápido mentalmente que nosotros en voz alta… y con el hastío que eso produce (por no hablar del horror de ponernos a leer la diapositiva o de tenerla llena de texto).
La solución a esto? Efectivamente: practicar y practicar… Apréndete la estructura, los ejemplos. Sí se puede 😉
7º Cuidado con las fotos que elegimos
Sabemos que no debemos sacar las fotos “de internet” ¿verdad? Entonces ¿qué hacemos? Pues nos vamos a un stock de fotos. Perfecto.
EXACTO.
Demasiado perfecto. Ahí nos encontramos con esas fotos de reuniones de empresa que son todos guapos y se están riendo. ¿De qué se ríen? A ver, ¿en vuestras reuniones de empresa os da la risa floja? Yo es que a veces, más que una reunión de empresa me parecen como de una publicidad de clínica dental. Por no hablar de la perfección en la representatividad. Parecen ABBA. O peor, Village People: el indio, el vaquero el policía…
Merece la pena “perder” tiempo en buscar (hasta encontrar) la foto que verdaderamente represente lo que queremos decir.
8º El efecto Forrest Gump
¿Os acordáis de lo que le pasaba no? Un día empezaba a correr y luego ya no podía parar… y esto es lo que le pasa a mucha gente, que no sabe estar quieta en el escenario.
En el escenario hay que hacer movimientos conscientes. ¿Qué quiere decir esto? Pues que tienes que tener conciencia de cuándo te mueves y por qué te mueves. Si quieres ir de un lado a otro, que tenga un sentido. Si no lo tiene, si solo lo haces porque tú hablas mejor cuando te paseas… tienes que saber también que lo único que consigues es marear a quien te escucha y que tu mensaje se diluya entre tanto paseo.
9º Las muletillas
Que son esas palabras de relleno que usamos para rellenar los silencios y que pueden llegar a entorpecer nuestro mensaje.
Ehmm, mhmm, ¿vale? Bueno… aquí en Euskadi nuestra favorita es “bueno pues”…
Para quitarlas, primero hay que ser consciente, para ello, o bien nos grabamos o le pedimos a alguien que nos dé feedback. Y luego, practicando se aprende…
En el lugar de las muletillas podemos meter pausas… o nada. En realidad cuando hablamos de algo que sabemos, que hemos preparado y con gusto, el verbo es fluido. Probadlo y veréis.
Y 10º, el miedo pánico escénico…
Como ya hemos visto, la glosofobia es el miedo a hablar en público y está bastante generalizado. Y el miedo paraliza. Pero podemos combatirlo. Y os recomiendo tres estrategias:
- La primera, en el corto plazo: utilizad estructuras y practicadlas. Para que nuestros mensajes sean coherentes, necesitamos utilizar estructuras básicas, lo mismo que en una frase sería: sujeto, verbo y predicado: el que hace la acción, la acción y sus complementos. En una charla esto sería la introducción, el cuerpo y la conclusión.
- También en el medio plazo: lo que podemos hacer es prepararnos: preparar nos con antelación y anticiparnos a todo lo que pueda pasar: desde la propia comunicación en sí a todos los aspectos relacionados con ella: la puesta en escena, aspectos técnicos… y ensayar muchísimo.
- Y en el largo plazo: entrenar. Hablar en público es como tocar un instrumento: si tú te sientas hoy delante de un piano, aporrearás las teclas. Pero si estudias, practicas y te preparas, en unos meses podrás tocar algún tema decentemente… y luego, claro, siempre hay un Mozart…
Quiero recordar las palabras de la investigadora de Harvard, Amy Cuddy… nuestra actitud también nos ayuda a sobreponernos. Así, si adoptamos posiciones de poder, liberamos hormonas que nos hacen sentir un poco ese poder. Es célebre su frase: fake it ’till you make it. Finge hasta que lo consigas…
Y estoy segura de que si te lo propones, tú también lo puedes conseguir.