Las audiencias pueden llegar a ser el gran dilema de un/a speaker antes de empezar a preparar una charla. Digo antes de empezar a preparar, porque doy por hecho que, si cambia la audiencia, cambiamos algo la charla, ¿verdad?
Esto lo descubrí hace años cuando me fui, tan contenta, con mi ejemplo viejuno a dar una clase a chavalería universitaria y me miraron como las vacas al tren y noté, inmediatamente, cómo uno a uno se iban desconectando de lo que les estaba diciendo.
Las audiencias son egoistas. No quieren escuchar tus problemas. Quieren verse reflejados en los suyos y que se los soluciones. Es así de simple (y así de complejo a la vez).
Así que vamos a ver tres cosas que puedes hacer y en las que puedes trabajar para que la audiencia se ponga de tu lado desde el primer momento, para conquistarla.
Lenguaje
Es fundamental escribir nuestras charlas utilizando lenguaje oral. Las charlas se escriben pensando en que serán escuchadas, no leídas. Esto es muy importante porque no hablamos como escribimos, ni siquiera utilizamos el mismo vocabulario. Siempre pongo a mis estudiantes como ejemplo alguna palabra de uso frecuente en textos. ¿Alguien ha escuchado alguna vez la palabra asimismo en una conversación? No. En lenguaje oral solemos decir ‘además’, ‘también’, ‘igualmente’ o utilizamos locuciones como ‘de igual forma’, ‘de igual manera’…
Hay palabras que escuchadas suenan raro. Y también hay expresiones que suenan raro.
Porque cuando hablamos solemos usar frases más cortas y menos complejas y, además, nuestro tono de voz o nuestros gestos pueden dar información adicional, que en el lenguaje escrito hay que especificar.
Para comprobar que efectivamente estamos utilizando el tipo de frases que resultarán naturales en un contexto oral, debemos leer en voz alta lo que escribimos. Si nos trabamos en algún punto, deberemos asegurarnos de que lo redactamos de otra forma, más sencilla, para que nos resulte más fácil hacer la transición entre uno y otro lenguaje.
A través del lenguaje también podemos representar de forma vívida situaciones e incluso emociones. ¿Cómo transportarías a tu audiencia a su infancia? Fíjate que digo a su infancia, no a la tuya… ¿Cómo puedes evocar un aroma? ¿Cómo puedes trasladar lo que viviste o sentiste aquella noche que dormiste a raso en el desierto?
Y, porfa, cuida las muletillas. Un speaker que cada tres palabras dice una muletilla, a partir del segundo minuto solo escucharemos las muletillas, lo que nos sacará totalmente del discurso.
Ejemplos
No será la primera vez (ni la segunda, lamentablemente) que me desconecto de una charla ante un ejemplo inadecuado. Los ejemplos deben estar adaptados a tu audiencia. Suelo utilizar películas basadas en libros para explicar las diferencias entre lenguaje literario y lenguaje audiovisual. Hace años usaba El nombre de la rosa, pero pronto me di cuenta que mi alumnado no sabía ni de qué les estaba hablando. Directamente no les sonaba el libro (y menos, la película). Luego comencé a hacer la misma analogía con El señor de los anillos… pero estas pelis ya tienen 20 años, así que, para según qué audiencia, tampoco valen. Ahora uso Harry Potter… y seguramente pronto tendré que volver a cambiar de ejemplo…
He visto a no pocos speakers usar el fútbol o la mecánica como ejemplos en sus charlas. Solo digo: piensa en tu audiencia. ¿Van a entender la analogía? Porque si no es así… cambia el ejemplo. No des por hecho que todo el mundo sabe lo mismo que tú, ni le gustan las mismas cosas que a ti.
Humor
Usar el humor es un puente directo con nuestra audiencia. Y no me refiero a ponernos a contar chistes como si no hubiera un mañana sin relación alguna con nuestra charla, sino a impregnar con humor lo que decimos. El humor facilita a nuestra audiencia recordarnos y recordar lo que decimos y les facilita el estar atentos. John Vorhaus en su libro Cómo orquestar una comedia nos habla del humor como una mezcla de verdad + dolor. ¿Qué te duele a ti?
Piensa en historias personales, anécdotas que ilustren el punto que quieres contar, momentos divertidos con los que la audiencia se pueda ver reflejada. No se trata de tener a tu audiencia a carcajadas, sino de que esbocen una sonrisa (media, quizás). Con este simple gesto, conseguirás que tus palabras tengan infinito más efecto y que sean recordadas por más tiempo.
Si consigues poner las tres cosas en práctica, te garantizo que estarás un paso más cerca de haberte ganado los corazoncitos de tu público o, directamente, de haberlos conquistado por completo.