¿No te ha pasado alguna vez que, en una reunión, alguien se levanta a hablar y de repente no entiendes nada? La persona empieza a utilizar palabras que te son totalmente desconocidas, anglicismos, tecnicismos… y te sientes perdido, sin rumbo… y en el lodo…

Esta persona, seguramente, ha sufrido la maldición del conocimiento, que se da cuando sabes tanto de un tema que lo das todo por hecho y pasas por alto que el resto de la gente puede que no tenga el mismo conocimiento que tú.

Como puedes imaginar, en comunicación, es un desastre. Cada día escuchamos a un buen puñado hablar en jerga, en su jerga. Si estamos suficientemente familiarizados, puede que entendamos alguna cosa, pero no deja de ser jerga y, en más ocasiones de las que les gustaría a los que lanzan esos mensajes, la mitad de lo que quieren transmitir se pierde por el camino.

¿A qué me refiero con jerga? Dependiendo de tu profesión, seguramente tendrás un vocabulario básico que manejas con soltura en tu día a día. Recuerdo mi primer día en el departamento de tráfico de una multinacional de logística, muy ufanamente me explicaron el proceso de poner la mesa de rodillos a una góndola y casi muero en ese mismo instante. ¿Mesa de rodillos? ¿Góndola? No tenía ni la más remota idea de a qué se refería.

Pero lo mismo pasa hoy en cualquier entorno empresarial. Si eres del sector seguros, estarás muy familiarizado con términos como tomador, ransomware o laddering… pero para la mayoría de los mortales son palabros. Ni te hablo de juristas, médicos o mecánicos. Cada vez que me toca ir al taller me pasa igual. No entiendo la mitad de lo que me dicen. Y, desde luego, no será por falta de interés o porque sea una ignorante. Obviamente lo soy de ese mundo, que tampoco tengo que conocer, por otro lado.

O esa charla divulgativa sobre cualquier tema relacionado con la ciencia, que no entiende absolutamente nadie que no sea del campo de investigación de quien está haciendo la charla…

“Los plásmidos conjugativos son moléculas circulares de ADN que, además de codificar proteínas necesarias para su replicación y mantenimiento, contienen otros genes funcionales”

Y mientras escuchas, tu mente divaga y divaga porque piensas… ¿seré la única persona que no estoy entendiendo ni papa?

O esa reunión en la que empiezas a escuchar hablar de stakeholders, de sinergias, de bottom-ups, de budgets, de businessplans… en fin… de todas estas cositas

Lo que les pasa es que todos ellos sufren la maldición del conocimiento. Han perdido la noción de lo que es “normal” saber sobre ese tema y ya no saben cómo explicarse de otra forma.

Todos sufrimos de maldición del conocimiento. Porque todos sabemos mucho sobre el tema en el que trabajamos o con el que convivimos a diario. Y, del mismo modo, todos padecemos la maldición del conocimiento de los demás, cuando nos toca lidiar con alguien que no es consciente y no se explica con claridad.

Evitarla es relativamente sencillo y trabajoso a la vez. Para evitar la maldición del conocimiento hay que practicar la empatía. Hay que hacer el ejercicio de ponerse en el lugar de nuestro interlocutor, conocer quién va a ser, qué nivel de formación tienen con respecto al tema del que vamos a hablar y bajarnos a su nivel.

Esto puede resultarnos trabajoso, claro que sí, porque utilizar vocabulario distinto al que estamos acostumbrados hace que no nos sonemos profesionales a nosotros mismos, pero  es crucial para que nos comprendan. Palabras sencillas y corrientes. Y cuando no las podamos encontrar, expliquemos los diferentes conceptos.

En el ejemplo anterior, quizá no haya otras palabras para “mesa de rodillos”, pero si hablamos de un sistema portátil de rodillos que al girar sirve para que la mercancía se transporte rápida y cómodamente de una cinta al fondo de un camión o que una “góndola” es un tipo de trailer, pues estaría todo solucionado.

Busca analogías. Intenta preparar tu presentación como si se lo explicaras a un chaval de 16 años, que no necesariamente tiene tu formación o tu experiencia. ¿Tú con 16, en 4º de la ESO / 2ºBUP, sabías lo que eran los plásmidos conjugativos? Apostaría a que no.

Como es difícil darnos cuenta de si el vocabulario que elegimos es demasiado complejo, pasa la prueba del algodón y dale tu texto a alguien de confianza, que te pueda señalar aquellas frases o palabras que no se entienden y revísalas.

Resumiendo, no por utilizar conceptos sencillos vamos a resultar menos creíbles o vamos a ser peores profesionales. Muy al contrario, lo que conseguiremos es hacernos entender mejor en cualquier circunstancia. Practiquemos la empatía con nuestra audiencia, busquemos analogías para nuestra jerga y pidamos ayuda a algún colega externo que pueda ayudarnos a localizar las partes complejas de nuestros discursos para poder evitarlas.

Y tengan cuidado ahí fuera.

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