Seguramente hay pocas cosas más desagradable que hablar cuando tienes la boca seca. Y tener la boca seca es uno de esos síntomas molestos de los típicos nervios de hablar en público.

Hay que entender por qué. Cuando estamos tensos o nerviosos nuestro organismo se prepara para enfrentarse a una posible agresión. Es como si nuestro cerebro retrocediera en el tiempo miles de años, cuando algo tan básico como comer era toda una fuente de peligros y necesitábamos toda la energía que podíamos conseguir para huir de ellos.

Así que cuando estamos nerviosos la secreción de saliva disminuye porque inconscientemente la relacionamos con la ingesta de alimentos. Y si estamos en peligro, lo último que vamos a hacer es comer.

Hay otros síntomas físicos que están controlados por el sistema simpático, que es la parte involuntaria de nuestro sistema nervioso, como respirar, por ejemplo. A veces también notaremos que nuestros ojos se secan un poco para no dificultar la visión y el párpado superior se eleva un poco para que entre más luz y podamos ver con más detalle. O que disminuyen los movimientos intestinales. O que el corazón aumenta su ritmo para elevar el flujo de sangre a los órganos. En todos estos casos, lo que involuntariamente está haciendo nuestro cuerpo es recuperar toda la energía de funciones secundarias y prepararse para huir.

Pero entonces, si no tenemos control sobre nuestro sistema simpático ¿qué podemos hacer?

Lo primero es tener claro que no nos vamos a morir deshidratados, pase lo que pase.

La hidratación es importante. Aquí no hablaré de los beneficios de beber agua en abundancia, que son conocidos por todos, pero sí de los beneficios específicos de beber agua cuando vamos a hablar en público:

Por un lado, lubrica nuestras cuerdas vocales. Por otro lado, seremos menos propensos a quedarnos afónicos, para lo que también es bueno, por cierto, realizar ejercicios de calentamiento de voz.

Pero claro, esta agua no la vamos a beber cuando estemos en el escenario. Tenemos que recordar beberla a lo largo de ese día, no justo cuando estamos a punto de salir a hablar. ¿Qué cantidad? Yo suelo beber de uno a dos litros al día, pero sin locuras. Si tengo sed, bebo, si no, bebo menos. Cuando estoy nerviosa por algún motivo bebo más. Lo bueno es que cuando nuestro cuerpo detecta que estamos bebiendo, desactiva la sensación de alerta y nuestra boca volverá a su ser.

Lo segundo dependerá del tipo de charla o presentación que estemos haciendo.

Vamos a verlo por tipología.

Si se trata de una charla corta de 15 minutos o menos, trataremos de no llevar con nosotros. Daremos un par de sorbos antes de salir a hablar y con eso debería ser suficiente.

Si se trata de una charla más larga, la organización del evento suele poner vasos y jarras de agua o botellines a disposición de los ponentes. Sencillamente nos acercaremos donde esté el vaso y beberemos con naturalidad. No hace falta pedir perdón ni dar más explicaciones. Eso sí, procura que sea en una de las transiciones y no a media frase.

Y, por supuesto, sentido común ante todo. Aunque sea una charla corta, si no puedes seguir hablando por tener la boca muy seca, acércate a bambalinas y bebe.

Recuerda:

Es normal tener sequedad de boca. Es nuestro sistema simpático que cuando está en alerta retira la sangre de los órganos donde no es estrictamente necesaria para huir.

Mantente hidratado cuando vayas a hablar en público y bebe un poco justo antes de hacerlo.

En charlas cortas mejor no beber. En charlas largas, bebe durante las transiciones.

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